BUENOS AIRES.- Que el descalabro de la AFA no hubiera cobrado nuevas víctimas con nombre propio habría representado una mezcla de rareza y lujo insospechado pero, ojo, quienes se enamoren de la versión más a mano, creíble y oficial se perderán la pulpa más jugosa de la renuncia de Gerardo Martino.
Desde luego, porque Martino lo merece y nuestros mayores bien nos enseñaron que la cortesía no se le niega a nadie, llegado el caso habrá que escuchar sus explicaciones con el debido respeto y la debida ponderación.
¿Quién mejor que el ejecutor del portazo para honrar su inalienable derecho de poner negro sobre blanco?
Pero como somos periodistas y el rol prescribe menos la forzada simpatía que el rigor y la severidad de interpretar, de evaluar y si cabe, de opinar acerca de lo informado, interpretado y evaluado, ejercemos el derecho de formular una hipótesis sometida al arbitrio de las hojas del calendario.
Martino se fue porque la AFA es un circo a contramano, o un circo a medio camino entre la ineptitud y la venalidad, pero antes que eso, o impulsado por ese detonante, Martino se fue porque está solo.
Solo, Martino, solo del amparo de los dirigentes y solo del amparo de lo cosechado, de lo que quiso, pudo y supo cosechar.
Solo de la cruel onda expansiva de la segunda final consecutiva sin celebración.
Solo de una estadística positiva cuyo único valor es el de un puñado de monedas fuera de circulación.
Solo de la mirada elogiosa, o por lo menos complaciente, de sus propios jugadores, los de la Selección mayor, empezando por Lionel Messi y siguiendo por la enorme mayoría de los demás.
Solo del acompañamiento del soberano, del argentino medio, del futbolero de la calle, que cuando llegó a la Selección lo miró con mayor o menor entusiasmo y hoy, como toda concesión piadosa, ya lo mira con indiferencia.
Solo incluso de las parroquias que lo habían asumido como propio, por portación de bielsismo, de guardiolismo, de menottismo o de cualquier otro ismo que llevara agua al molino del fútbol ¿generoso? o del que, mejor aún, ¿le gusta a la gente?
Solo, y he aquí la soledad más difícil de transitar, de la imagen que no hace tantos años sabía devolverle el espejo: la imagen del director técnico joven, capacitado y acreditado, que iba de más a más, campante y dichoso, ebrio de semáforos verdes por la avenida del éxito.
El “Tata” Martino no ha hecho historia en la Selección: lo único que quedará por ver es qué hará la historia con el “Tata” Martino.